lunes, 29 de julio de 2013
Más que válidos
visto en: Deia
Aitor Francesena, 'Gallo' (Deia)
adrián Kaperotxipi es sordo de nacimiento. Aitor Francesena, Gallo, ciego por accidente. Ambos son zarauztarras y los dos hacen surf. No lo practican, lo disfrutan. Saborean cada ola, se dejan llevar por la corriente y paladean su salitre. Sienten. En mayúsculas. Algo que muchos surfistas sin minusvalía se han olvidado de hacer. Los dos han logrado sobreponer su pasión a una discapacidad física. Reman, se yerguen y caen. Y se vuelven a levantar, con más ganas que nadie. Pero sobre todo demuestran en cada jornada en la que cogen sus tablas que la voluntad es el arma más poderosa de quien quiere conseguir algo en la vida.
Adrián comenzó a surfear a los diez años de edad. Antes, se sentaba en la playa de Zarautz a observar cómo su hermano mayor rompía las olas. ¿Y por qué no iba a poder hacer él exactamente lo mismo? Cogió una tabla, retó al mar y se le dio tan bien que a los 14 ya estaba compitiendo. Contra sordos u oyentes, el rival era indiferente. El único propósito era mejorar y, en 2009, el surfista tocó techo al proclamarse campeón mundial de surf para sordos en las olas de Waikiki (Hawai), en la modalidad de longboard. Después, varias operaciones de rodilla le obligaron a relajarse, a tomarse la vida y el surf con más calma; y ahora, con la madurez que siempre aporta la experiencia, se define como "un surfista relajado que va a disfrutar de las olas, el agua y la tranquilidad".
Tras 37 años de surf sobre sus piernas, Adrián no añora el sonido del mar. Y no lo echa de menos porque no lo ha escuchado nunca. El rugido bestial de las olas cuando llegan a su apogeo, el leve chasquido que producen antes de romperse sobre la superficie o la efervescencia que se escucha cuando se pierden en la arena… Son regalos de la naturaleza que el surfista zarauztarra nunca podrá disfrutar, pero tampoco le importa demasiado. La vida le ha premiado con una sensibilidad más especial, menos mundana. Por lo que, para Adrián, el surf lo componen un conjunto de sensaciones: "Siento la vibración de la ola cuando la cojo y también noto cuándo rompe. Su fuerza e intensidad… todo se siente", explica el guipuzcoano. Por eso, no es de extrañar que el excampeón del mundo no dude a la hora de reconocer que "nunca pensé en el sonido del mar".
Ligado a este deporte desde que era un crío, el rider sordo dice sentirse "muy seguro" en el agua de Zarautz, su playa, aunque admite tener que permanecer "con cuatro ojos abiertos" para poder evitar accidentes "Es cierto que los sordos debemos tener más visibilidad que los oyentes porque la mayoría de los surfistas no miran a su alrededor al coger una ola y solo escuchan a los demás cuando les gritan. Pero yo siempre digo que es más seguro utilizar la vista que el oído", explica.
La ceguera de 'Gallo' Aitor, o Gallo, como le llaman sus amigos, también mojó su neopreno desde muy jovencito. Sin embargo, su pasión por este deporte se vio truncada cuando, a los 14 años de edad, perdió la visión del ojo derecho y tuvo que someter al izquierdo a numerosas operaciones para mantenerlo con vida, en funcionamiento. A pesar de ello, Gallo no bajó los brazos en ningún momento ni tiró la tabla a un lado, luchó contra la ceguera y la venció para convertirse, a los 43, en un auténtico creador de surfistas. El zarauztarra encuentra el potencial, lo moldea, lo pule y lo lanza a la más alta competición mundial. Seleccionador estatal de surf y entrenador personal de reconocidos profesionales como Eneko Acero o Imanol Yeregi, Gallo hizo su mejor trabajo con Aritz Aranburu. Le descubrió cuando todavía tenía dientes de leche y le convirtió en el campeón de Europa de 2007 y en el primer surfista vasco en competir en el WCT, la primera división de este deporte.
Pero un fatídico martes del julio pasado, cuando Gallo parecía cumplir parte de sus sueños y cuando el trasplante de córnea para su deteriorado ojo izquierdo estaba más cerca que nunca, la vida decidió darle un nuevo revés. En una sesión de surf en Zarautz, con un mar muy revuelto, el surfista ciego falló a la hora de coger una ola. Saltó por el aire y fue a caer, de costado y con el ojo abierto, sobre su propia tabla. "Noté el golpe tan fuerte que me dije a mí mismo: esto se ha acabado", relata el propio Gallo. Y es que, como consecuencia, el fuerte golpe le vació el único ojo por el que podía ver. El surfista zarauztarra se había quedado completamente ciego. A oscuras.
El mundo del surf enmudeció con la noticia, Gallo había formado parte de la vida de tantos y tantos surfistas que los mensajes de apoyo le llegaron en masa. Olas de solidaridad. El zarauztarra había batido a la ceguera en una ocasión y no dudaban en que volvería a hacerlo de nuevo. Y así fue. Una vez más, se levantó, cogió su tabla y se lanzó al mar. "Sigo soñando en color, aunque ahora necesite un guía", bromea Gallo quien, ahora, con ayuda de algún amigo, vuelve a disfrutar de la sensación de libertad que otorga andar sobre las olas: "Cuando cojo una, alguien me sigue y me va dando información sobre ella. Me comenta qué tengo que hacer y dónde tengo que estar en cada momento", explica el zarauztarra, que no duda en admitir que "cuando tuve el accidente pensé seriamente en no surfear más, pero ahora sé que lo seguiré haciendo toda la vida".